[1] Palabras pronunciadas por Moshé Korin en la inauguración del Patio Porteño el jueves 23 de noviembre de 2006.
Creo que es un acto de justicia, para con la cultura judía y universal, en el 90° aniversario del fallecimiento del escritor Scholem Aleijem, reinaugurar la Plazoleta que perpetúa su nombre. Scholem Aléijem es un fenómeno cultural que rebasa la dimensión literaria; él es más que literatura.
Cada generación ve en él algo distinto. Cada comunidad descubre algo nuevo y propio en el genial escritor: los socialistas lo consideran socialista; los comunistas, comunista; los bundistas, bundista los sionistas, uno de los suyos, ya que no en vano fue delegado en 1907 al VIII Congreso Sionista en “LA HAYA” - Holanda, y los judíos tradicionalistas, aún los religiosos, disfrutan con sus creaciones. Así es él, Schólem Aléijem: representa al pueblo en su conjunto , y por eso, a medida que sus raíces se adentran en el pueblo, su obra se renueva y se torna más universal.
Schólem Aléijem avanza a través de las generaciones, con la gracia juguetona de “Mótl Peisi dem Jazns” (Mótl, hijo de Peisi el Cantor) ; con la universalidad de “Tevie der Míljiker” (Tevie el Lechero, o El violinista sobre el tejado) ; con el paso alado de “Menájem Méndl” (una especie de Don Quijote judío), que viene a nuestro encuentro para anunciarnos : - “¡He arribado, aquí estoy!”. S. Aléijem mismo dijo alguna vez que “el escritor popular es, para su tiempo, el espejo en que se reflejan y van a retratarse los destellos de la vida”.
Nació nuestro escritor en la ciudad de Pereiaslew (Ucrania) el 2 de Marzo de 1859.
Todo el trasfondo de su creación consiste en la voluntad deliberada de extender sus alas sobre los menos importantes, sobre los desheredados de la tierra, y protegerlos. Siempre con una dosis de amor, humor y honor. Tal vez la quintaesencia del humor de Schólem Aléijem, se encierre en la frase de Mótl Peisi dem Jazns (Mótl, hijo de Peisi el Cantor), cuando afirma: “Mir iz gut, ij bin a iósem” (Soy huérfano, estoy muy bien). Ella parece indicarnos que, a despecho de un mundo cruel, desenfrenado, que condena a los niños a la orfandad, debe el hombre desplegar para sí, a partir de esa misma orfandad, una bandera que lo impulse hacia adelante.
El nuevo modelo de vida no sólo ha condenado al ser humano; también lo ha conducido a una profunda desesperación. Además de sus facetas económicas y sociales, lo ha degradado psíquicamente.
“Az men iz éfscher raij, iz men guevís klug.”
(“Basta que se sospeche que es rico,
para que se afirme que es sabio.”)
Schólem Aléijem asumió la tarea de liberar al hombre de pueblo de su humillación, de su sentimiento de culpa.
El arte de Schólem Aléijem se pone al servicio de los agraviados; defiende a quienes sufren desarraigo y opresión; condena a este mundo y sigue siempre procurando salvar al hombre, a quien tal mundo pisotea como a un gusano. Y siempre escribe y describe con una cuota de humor.
Por eso, no es casualidad, que su moto, su lema sea: “Lajn iz guezunt, doctoirim heisn lajn!” - ¡Reír es saludable, los médicos aconsejan reir!
¿Quién otro en nuestra literatura amó tanto al hombre común y gris de la masa popular judía como Schólem Aléijem, que se empeño en captar la imagen luminosa del ser humano, con todos sus sufrimientos, alegrías y aspiraciones.
Cuando empezaron a aparecer las obras de Schólem Aléijem traducidas al ruso, el escritor Máximo Gorki le escribió una carta y en ella decía , a propósito de su libro: “Mótl, Peisi dem Jazns” (“Mótl, hijo de Peisi el Cantor”) :
“Recibí su libro, escribía Gorki a Schólem Aléijem, lo leí, he reído y llorado. ¡Una maravilla ! Sus paginas rezuman, un amor tan genuino, tan profundo, tan inteligente, por el hombre de pueblo : un sentimiento muy difícil de hallar en nuestros días ...” Termina escribiendo a Schólem Aléijem el escritor M. Gorki.
Los últimos años de Schólem Aléijem fueron épocas de éxitos impresionantes, tanto para su producción literaria como para la teatral y artística; de apariciones triunfales en mitines multitudinarios, asambleas, celebraciones y temporadas literarias, así en Europa como en América, en Varsovia, París, Londres y Nueva York.
Acosado por su enfermedad pulmonar y fatigado de tanto andar con sus “estrellas errantes”, sus queridos actores, y también sin ellos el inmortal Schólem Aléijem cerró para siempre sus mansos ojos azul claro. Fue el 13 de Mayo de 1916.
Junto a la tumba abierta en el cementerio de Nueva York, se unieron muchos miles de personas que, en aquel día destemplado, habían venido a acompañar hasta su eterno descanso al querido escritor.
Y así pudieron oír lo que decía su testamento:
“En el aniversario de mi fallecimiento, no me recuerden con tristeza, sino, todo lo contrario, elijan un cuento mio y de los más alegres y disfruten...”
“Recuerden, cualquiera sea el lugar donde muera, pido que me entierren, no entre aristócratas por su extirpe, abolengo o por sus bienes, sino, al contrario, entre judíos rudos y laboriosos, con el pueblo verdadero. De modo que la lápida que se ha de colocar luego sobre mi tumba, adorne las sencillas sepulturas a mi alrededor, y que ellas, a su vez, hermoseen mi propia lápida, tal como la simple y honrada gente de pueblo, dio lustre en vida a quien era su escritor.”
Y desde ese día, se acalló para siempre la generosa fuente de la risa sonora.
|